entrevista a steven spielberg
Cirro, Sócrates, Decibelio, Partícula, Delfín, Tulipán y Huracán...
Sueños de un padre judío
Beatrice Sartori.Dobla la esquina de la avenida Main, en la exclusivísima zona de veraneo neoyorquina conocida como los East Hampton’s. Sabe que llega a la cita –en el restaurante The Grill del número 29 de Newtown Lane– con seis minutos de adelanto, y su caminar es el de un paseante. Steven Spielberg es un director de cine de fama universal y, junto a Alfred Hitchcock, el único reconocible mundialmente por su rostro y aspecto. A la cita que concede en exclusiva para el MAGAZINE, interrumpiendo el descanso estival familiar que simultanea con el montaje de su próxima película, Minority Report, en el estudio adyacente a su mansión playera, acude embutido en su estricto uniforme personal: camiseta azul marino a juego con las zapatillas deportivas, pantalones tejanos de color gris desvaído y gorra de béisbol azul con la leyenda “Charleston, Atlanta”. Las gafitas ovaladas y el pelo y la barba canosos identifican a esta personalidad universal del cine contemporáneo que ha cumplido 54 años y uno de sus más ambiciosos sueños: dirigir Inteligencia artificial (A.I.), un proyecto que le fue encomendado por otro de los genios del cine del siglo XX, Stanley Kubrick. El hombre más poderoso e influyente de Hollywood se presenta a sí mismo por su nombre de pila, Steve, choca la mano con calidez y pide únicamente un té. Es la hora del almuerzo y el restaurante rebosa de clientes, pero nadie le mira, agobia o molesta. Es un antiguo residente y un vecino más, pese a que este año la reina Isabel II le ha nombrado Caballero del Imperio Británico, sin derecho al título de Sir. Es él quien comienza hablando de sus visitas a España. Las profesionales –para los rodajes de El imperio del sol y Amistad– y las privadas, para visitar el Museo del Prado y, sobre todo, las pinturas de Goya, de las que se sirvió para la fotografía de Amistad. También comenta su admiración por Carlos Saura. Spielberg ha puesto una única condición para el encuentro: que el entrevistador viera en dos ocasiones Inteligencia artificial (A.I.).
PREGUNTA: ¿Por qué quiso que la viera dos veces?
RESPUESTA: ¡Ah!, me complace que haya podido hacerlo. Se trata de un filme de trama compleja y varios niveles narrativos. Hay saltos en el tiempo, elipsis y hasta tres segmentos diferentes. Creo que es una película que exige del espectador mucha atención, un fuerte compromiso y hasta un cierto grado de fe, si me permite que lo diga así. Sé que no es una cinta al uso, quiero decir que el público se ha acostumbrado a historias e ideas sencillas, a películas carentes de sustancia que la memoria puede desechar, incluso nada más abandonar el cine. P.-A.I. es perturbadora, y sus impresionantes imágenes quedan grabadas en la retina y en la memoria del espectador. R.-Ésa fue mi intención. He querido hacer una cinta que permanezca en la memoria de una forma casi indeleble, un poco a la manera de un tatuaje mental, si me permite la expresión. Si un filme mío es un enorme éxito de taquilla y, sin embargo, percibo que el público lo olvida, me considero un fracasado. Es lo que ocurre hoy con las películas evento que lanza Hollywood. Quiero que A.I. sea lo contrario a esos lanzamientos de fin de semana.
P.-¿A qué se refiere?
R.-A esas películas lanzamiento, productos destinados para consumir compulsivamente el primer fin de semana. A la gente casi se le lava el cerebro haciéndole sentir la necesidad de ver una película que en siete días es sustituida por otra similar. Van con sus amigos o citas, comen palomitas, la ven y olvidan. El lunes se publica la recaudación y, al poco, el filme evento desaparece hasta que, seis meses después o incluso antes, alguna televisión emite la película. Eso es lo que Hollywood ofrece, y a mí me parece muy poco.
P.-¿La industria se rige por leyes de mercadotecnia, arrinconando el arte y la reflexión?
R.-Eso es lo que parece, y es algo que va en contra de mis convicciones. No creo que existan reglas válidas para el cine. Las películas son sueños. Yo crecí casi como un sonámbulo, soñando despierto. Llegó un día en el que pude plasmar esos sueños en historias, y para mí fue un milagro ver a gente reaccionar ante pensamientos invisibles que pude llevar a imágenes. Un cineasta debe de ser siempre un soñador.
P.-En su país, A.I. ha cosechado las mejores críticas de su carrera. Sin embargo, los resultados de taquilla son inferiores a lo esperado. ¿Espera una reacción diferente por parte del público europeo?
R.-Estoy convencido de ello. Ustedes tienen un sentido muy fuerte de la familia, de la inmediatez de los vínculos de sangre. La película aborda la ambición por tener una familia y narra un viaje de regreso al hogar materno. Ésta fue la intención de Kubrick. Mire, con la perspectiva del tiempo he analizado el éxito que tuvo en mi país American Beauty, filme que produje. ¿Sabe por qué ocurrió? Porque trataba de la disfunción familiar. Y A.I. es el reverso.
P.-¿Siempre sabe los porqués de sus triunfos o le cogen por sorpresa?
R.-Mi mejor anécdota ocurrió cuando alguien analizó el éxito de mi tercera película, Tiburón. No recuerdo quién fue, pero su argumentación era la siguiente: triunfó porque reflejaba el temor masculino a la vagina femenina, a la vagina dentada… (carcajada).
Steven Allan Spielberg nació el 18 de diciembre de 1946 en Cincinnati y se crió en Scottsdale, Arizona. Hijo de Arnold, un ingeniero electrónico diseñador de tecnología para computadoras, y de Leah, pianista y ama de casa, fue un mediocre estudiante y un adolescente acomplejado. Confiesa ser un intérprete regular de clarinete y tener un temor claustrofóbico a los ascensores. El divorcio de sus padres a los 17 años le dejó heridas internas aún no cicatrizadas. Su obsesión por el cine comenzó a los 12 años, cuando filmaba todo lo que se movía con la cámara súper-8 paterna. A los 20, firmó su primera pieza, Amblin, y en 1972 debutó con El diablo sobre ruedas. Ha dirigido 19 largometrajes, cinco de ellos (Tiburón, En busca del arca perdida, El color púrpura, La lista de Schindler y Amistad) incluidos por el American Film Institute en la lista de las 100 películas norteamericanas más importantes de un siglo de cine. Una teoría afirma que, a través de su trabajo, Steven Spielberg se está construyendo una biografía autoexploratoria, particularmente a través de sus películas de ciencia ficción. Búsqueda de figuras paternas, niños aislados en suburbios de grandes ciudades, familias desestructuradas, elementos recurrentes del famoso cuento de Carlo Collodi, Pinocho, y diversos alienígenas amables son ya signos de identidad de una trilogía conformada por Encuentros en la Tercera Fase, E.T., el extraterrestre y la nueva Inteligencia artificial (A.I.).
P.-Sus películas de ciencia ficción le han permitido anticipar hechos futuros, narrar cuentos, mostrar su espiritualidad y buscarse a sí mismo.
R.-Ahí radica la belleza de este género: te permite la más completa libertad. Cuando imagino, escribo o dirijo una de estas historias me siento como un pájaro que extiende sus alas y se lanza a volar hasta el infinito. Sé que puedo llegar hasta donde quiera porque los únicos límites son mi imaginación. Busco cosas que todavía no sé de mí mismo, exploro mitos de la trascendencia y otras creencias básicas que atesora el ser humano. Y sueño. Es lo contrario de lo que me permite una historia real. Cuando rodé La lista de Schindler, Amistad y Salvar al soldado Ryan, mi deber fue no desviarme ni un milímetro de la verdad, ser fiel a los hechos. Cuando hago estas películas, camino sobre el suelo. Si hago E.T. o Inteligencia artificial, vuelo.
P.-¿Podría haber dirigido esta película hace años sin la experiencia de la paternidad?
R.-De ningún modo. Mis hijos han supuesto el mayor impacto que he sufrido en mi vida, una verdadera revolución. Todo lo bueno que me ha sucedido ha empezado a ocurrir a partir de su nacimiento. No sé si me han hecho mejor cineasta, pero, ciertamente, sí un director con una mayor conciencia social. Soy un profesional más adulto, serio y responsable. Digamos que ellos son los causantes de una cierta sobriedad en mi forma de hacer cine. Y, concretamente, en esta película no habría sabido cómo dirigir la escena en que la madre abandona al niño robot David sin la experiencia de la paternidad.
P.-Una vez más, Pinocho está presente en una película suya, en la figura del niño robot. En este caso, el rol determinante lo juega el Hada Azul. Si usted la encontrara y le pudiera pedir un deseo para hacerlo realidad, ¿cuál sería?
R.-El deseo que todo padre judío expresa para su familia: larga vida, salud eterna y paz espiritual.
P.-Padre de siete hijos en el umbral del tercer milenio. ¿Cuáles son sus miedos y esperanzas en estos tiempos inciertos para ellos?
R.-Miedos y esperanzas van unidos en una misma dirección. Hace tiempo, mi pesadilla era que no encontraran sus propios caminos para seguir una vida con rectitud. Mi empeño es que cada uno encuentre su voz y su lugar en la comunidad y frente al mundo. Me considero un padre atento que quiere acompañarles en su primer vuelo en solitario. Temí que quisieran seguir mis pasos y que no pudieran alcanzar sus metas sufriendo sólo fracaso y frustración. Pero al contrario, mis esperanzas son ya realidad. Jessica es actriz y sólo Max quiere dirigir. Los demás van a seguir rutas diferentes. ¡Tenemos hasta un futuro pastor de ovejas en la familia! (risas). La familia de Spielberg está integrada por siete hijos: Sasha, Destry y Sawyer, los tres hijos biológicos que tiene con su segunda esposa, la actriz Kate Capshaw; Max, nacido de la unión con la actriz Amy Irving; Jessica, del primer matrimonio de Kate, y Theo y Mikaela, afroamericanos adoptados. Todos oscilan entre 17 y tres años. Además de su progenie, en su mansión de East Hampton’s se encuentran invitados su ahijada Gwyneth Paltrow (que fue su Wendy en Hook) y su novio Luke Wilson. “Les he dejado a todos ordenando sus habitaciones”, dice orgulloso de su numerosa prole.
El director ha plasmado durante tres décadas fantasías cinematográficas a partir de niños solitarios en suburbios –un cliché denominado los niños perdidos de Spielberg– para exorcizar los errores de su propia familia.
P.-¿Quién le leyó por primera vez Pinocho, ese personaje que se puede entrever en sus obras? R.-¡Oh, Dios!, mi abuela. Mis padres no podían, no tenían tiempo, estaban trabajando duro. Mire, provengo de una familia de judíos rusos, una raza de supervivientes. Mis ancestros sobrevivieron a la hambruna, a la Revolución Rusa, a la persecución y al Holocausto. Mis abuelos emigraron a Estados Unidos en condiciones penosas para trabajar y lograr una vida mejor para ellos y sus hijos. Y mandarles a la escuela. Yo crecí solo, muy rápido y con muchas necesidades emocionales. Sé lo que es el miedo al abandono y el dolor del divorcio de los padres. Conozco el fracaso familiar porque lo he sufrido y sé lo que se siente. Aún hoy trato de superar el divorcio de mis padres. En mis películas abordo el asunto para combatirlo.
P.-¿La familia sigue siendo el motor de la sociedad?
R.-Creo que solamente en ella el ser humano encuentra sus auténticos valores morales y éticos. Los halla en la labor de cuidar, proteger, alimentar y enseñar a los hijos. Lo haré hasta que vea que pueden iniciar sus caminos en solitario. Yo no conté con eso porque mis padres trabajaban duro y me educaron estrictamente, igual que ellos habían sido criados. Dispongo de una fortuna que me permite tener tiempo para mis hijos. Es un trabajo duro, pero me llena de felicidad y satisfacción. A través de ellos estoy encontrando soluciones a mi propia vida. Tengo una familia y un matrimonio que son maravillosos, pero porque trabajo al cien por cien en ello. Mis padres no lo hicieron porque no pudieron. Al contrario que ellos, me he impuesto llevar a cabo una disciplina de paternidad tolerante. Justamente lo que no tuve.
P.-El misántropo Kubrick atesoraba la noción de familia.
R.-¿Llegó a conocerle bien?
P.-No tuve esa oportunidad.
R.-Déjeme describirle la idea de la felicidad, según Stanley. Para él, un día perfecto consistía en presidir una comida en la cocina con todos los suyos, ver a su mujer cuidar el jardín, a sus hijas jugar con los perros… Seguir un buen partido en la televisión. Recuerdo una tarde en que vimos una final de tenis entre John McEnroe y Boris Becker. Cuando finalizó, se volvió a mí y me dijo: “Amigo mío, ni aunque lográramos hacer la película perfecta conseguiríamos alcanzar un grado de excitación y pasión semejante”. La extraordinaria relación de amistad entre ambos cineastas forma parte de la leyenda. Desde su primer encuentro en 1979 se vieron personalmente sólo una media docena de veces, siempre que un rodaje llevara a Spielberg hasta el Reino Unido. El resto del tiempo se comunicaron a través del teléfono y el fax. Durante dos décadas, Kubrick ambicionó adaptar al cine un cuento breve, Supertoys Last All Summer Long (Los superjuguetes duran todo el verano), de Brian W. Aldiss. La falta de tiempo y la carencia de avances tecnológicos le hicieron depositar el proyecto en manos de Spielberg a mediados de los años 80. Después de la súbita muerte de Stanley Kubrick en 1999, Spielberg aceptó el encargo. El resultado es Inteligencia artificial (A.I.), un cuento de hadas oscuro, una travesía edípica, una historia de doloroso autodescubrimiento, una narración que alerta de la progresiva deshumanización, de los peligros del hombre que juega a ser dios y del exceso de tecnología. Todo, a través de un niño robot, David, programado para amar incondicional e indefinidamente. Rechazado y abandonado por su madre, el suyo es el viaje para encontrar al Hada Azul que le convierta en un niño real y así poder regresar al hogar y amor maternos. Todo ello, ubicado en un futuro apocalíptico en el que los Polos se han derretido por el efecto invernadero, anegando parte del planeta.
P.-Un código de siete palabras –Cirro, Sócrates, Decibelio, Partícula, Delfín, Tulipán y Huracán– activa el amor del robot. ¿Cuál es el significado oculto que entraña esa clave?
R.-(Risas) Stanley me dijo que llegaría un día en el que alguien me haría esta pregunta…, y es usted la primera. Mire, las siete palabras son suyas y cada una tiene un significado que sólo él y yo conocemos. Pero me hizo prometerle que jamás lo revelaría. Fue su única imposición. Y ahora me veo obligado a cumplir su prohibición. Lo siento.
P.-¿El secreto de las siete palabras es como el del contenido de la caja china de Belle de Jour que Buñuel se llevó a la tumba?
R.-¡Exacto! Como la caja china…, porque al final de Ciudadano Kane conocíamos el significado de Rosebund. Creo que alguien deberá iniciar la búsqueda de la piedra Rosseta que permita descifrar los significados de este código secreto de Stanley.
P.-La película presenta robots capaces de ser más humanos que los hombres y alerta de los excesos de la tecnología. ¿Cuál es su opinión personal?
R.-Los avances tecnológicos se están produciendo a una velocidad que supera a nuestra propia evolución como raza humana y, por tanto, no podemos alcanzarlos ni responder a ellos. Eso es peligroso porque se producen lagunas éticas y morales. La tecnología está yendo más allá de nuestras posibilidades de control y uso adecuados. Me gustaría que la evolución tecnologíca corriera paralela a la nuestra como especie humana. Creo que sus avances deberían de ser un campo limitado para el bien de la Humanidad.
P.-¿Qué significa ser humano en estos tiempos?
R.-Significa cometer errores para llegar a superarlos. Significa intentar frenar los excesos de la tecnología y la ciencia para adaptarlas al ritmo humano. Significa amar y entregarse…
P.-En A.I. se exploran los confines del amor, los sueños y el coraje humanos. ¿Cuáles son en su opinión los límites?
R.-No hay límites. Eso es lo que pienso y lo he querido decir en la película. No hay límites para el amor, la capacidad de protección y afecto, para el valor y los sueños. Y esto es algo que asusta a muchos. Hay gente que siente temor a darse a sí misma, a exponerse emocionalmente demasiado, a trabajar para otros. No hay límites para la valentía. Mire la esperanza que representa para todos Lance Armstrong o el modelo a seguir de aquellos hombres que en la Segunda Guerra Mundial sacrificaron sus vidas para la libertad de los demás.
P.-La frase final de A.I. reza: “Y David llegó a ese sitio en el que nacen los sueños”. ¿Ha estado usted allí?
R.-¡No lo sé! Quizá…, aunque no de forma consciente.
P.-En la cultura ibérica, la luna identifica a la madre. A.I. es una película sobre la maternidad y los logos de sus dos productoras –Amblin y DreamWorks– también representan este satélite de la Tierra. R.-Sí, se puede decir que es casi mi logo personal. Para mí es el lugar de los sueños. El niño que pesca en la luna del logo de DreamWorks soy yo. Sigo siendo un niño que va a la luna para lanzar su caña y pescar sueños en el océano de la tranquilidad.
P.-Hablando de niños. Usted eligió a Haley Joel Osment para interpretar a David. Kubrick construyó un robot.
R.-Sí, yo lo llegué a ver, fue un fracaso total. No en su aspecto, porque Stanley logró una apariencia humana total, ¡pero se movía como un autómata defectuoso! (Spielberg comienza a imitar a una marioneta fuera de control y hace caer torpemente su taza de té vacía). Fue él quien me dijo que habría que optar por un actor. Y siempre pensé en Haley. Es un niño muy honesto, por eso consigue esos retratos veraces, llenos de honestidad. Y además tiene ese don asombroso de la interpretación que pienso se lo ha dado Dios directamente.
P.-Junto a él, Jude Law interpreta a Gigolo Joe, un robot sexual. Éste es un personaje nuevo en su cine.
+R.-Novísimo, en ninguna película mía ha habido un personaje concebido para dar placer sexual a las mujeres y de forma tan explícita. En el proyecto de Stanley era una figura fugaz, yo lo desarrollé y le escribí los diálogos. Fue divertidísimo, y lo mejor ha sido la reacción de mi mujer, Kate. Me dice que ahora lo que tengo que hacer es una historia sexy. Así que me temo que mi próximo proyecto tendrá que ser una película altamente erótica…, para tener contenta a mi esposa (carcajada).
Las películas de Steven Spielberg nos han transportado de las profundidades del océano al País de nunca jamás, de los bosques de Georgia al Shanghai ocupado por los japoneses, de las playas de Normandía a reservas naturales de dinosaurios resucitados, de campos de concentración nazi a encuentros en la tercera fase con alienígenas humanizados. En el futuro nos llevará de nuevo a las trincheras de la Segunda Guerra Mundial y a un futuro perturbador. Lo hará con la serie Band of Bro- thers, coproducida con Tom Hanks para televisión, y con Minority Report, la película basada en el relato futurista de Phillip K. Dick y protagonizada por Tom Cruise. Después, prepara con Leonardo DiCaprio y Tom Hanks Catch Me If You Can, la historia verdadera de un joven timador norteamericano, Frank Abagnale Jr., una leyenda del crimen a sus 21 años.
P.-¿Qué tipo de cuento se propone narrar con Minority Report?
R.-La historia parte de que en el futuro se conocerán los crímenes que los delincuentes van a cometer, pudiendo procederse a su detención antes de que los lleven a cabo. Se ubica en tiempos de una anarquía total, cuando personas con poderes precognitivos ofrecen a las fuerzas del orden sus capacidades…, que chocan frontalmente con los derechos civiles. Incluso la propia ciudadanía, en su afán de ser protegida, llega a votar contra esos derechos. Permítame que no le revele más, porque he alterado la narración original e intento hacer un filme muy abierto, en el que cada espectador pueda desarrollar una teoría final propia. Habrá tantos finales como espectadores, ése es mi propósito.
P.-Con su cine ha creado modas, resucitado géneros y anticipado tendencias. ¿Qué futuro le augura al uso de la linterna mágica?
R.-Espero que el cine siga siendo luz y fuente de iluminación para quien se exponga a sus imágenes. Espero que las películas sigan jugando el papel de faro social. Me gustaría pensar que el cine seguirá siendo una explosión de ideas, sueños, emociones, pensamientos y enseñanzas en una pantalla. Mi peor pesadilla es que se invente una pastilla que, ingerida con un sorbo de agua, adormezca y sirva una película al subconsciente. Para mí, el cine seguirá siendo, usted ha usado la palabra, una linterna mágica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario