martes, 25 de noviembre de 2008


Después de ver In to the wild, en la casa de mi amigo, subí a su azotea, a pensar un rato; el cielo estaba terriblemente nublado, las calles mojadas, los autos navegando en los ríos que se habían formado. Generalmente esa visión me reconforta pero esta vez no, quise volver pero tampoco me sentía bien adentro, mire arriba y no pude distinguir ni una estrella, estaba atrapado. Finalmente volví, y me recosté en el sofá,
-la ciudad es una gran mentira, dije
-tranquilo es solo una película, no te psicosees.
Me respondió con una risa irónica- mientras hacia algo en su PC.

-si lo sé pero la estoy saboreando, para que dure, para que su recuerdo no sea vano, porque que mañana todo será normal, mire al cielo raso de la habitación y desee que fuera el cielo estrellado de un bosque.

Pocas películas me golpearon tanto, quizá fue el momento, los pensamientos que tenía toda semana y lo problemas se estrellaron con esta cinta.

Y no es que la película sea una maravilla, pero olvidemos los detalles y centrémonos en la esencia, el momento, la experiencia.
Alex Supertramp, (el protagonista) es un joven decide ir a trotar mundo, para encontrar la verdad, en la naturaleza salvaje, olvidar todo, dejar atrás familia, dinero, sociedad, un brillante futuro. Convierte su travesía en una lección, en un gesto hacia la sociedad cuadriculada, la ciudad cuadriculada, por eso la evasión hacia la carretera, los bosques y ríos. Su búsqueda es vaga, absurda en apariencia pero es que nos fijamos tanto en las apariencias, Alex convierte su vida y su propio cuerpo en un manifiesto de libertad.

http://www.thequietman.org/imagenes/Into%20the%20wild%20ciudad.jpg

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